La reactivación de nuestra economía requiere de la contribución de todos. Mientras más seamos, mejor. Es por ello que son necesarias acciones urgentes y creativas que permitan a las mujeres ser parte de este esfuerzo. Por ellas, por todos, por la reactivación.
Sin duda hay que apostar por la reactivación económica. Sin ella no solo veremos un incremento de la pobreza más pronunciado, sino que además los efectos de la actual recesión se traducirán en impactos de largo plazo: niños con anemia, desnutrición, deserción escolar, etc. Impactos que nos costará generaciones revertir. Por tal razón, es mejor poner todo en juego por lograr una rápida reactivación, pero diseñando un proceso que incluya a la mayor parte de peruanos, tanto para que contribuyan en ella como para asegurar que no se queden atrás.
Bajo esta lógica, hay que ejecutar acciones orientadas a grupos específicos, incidiendo en espacios donde hay ganancias probadas y se puede lograr más con un esfuerzo pequeño. Pero también hay que aprovechar la ocasión para marcar una intención de cambio cultural y político en el Perú, que amplíe las oportunidades de grupos que enfrentan discriminación y que tienen mayores brechas de acceso a beneficios económicos.
No basta con promover programas de crédito o empleo temporal para cualquiera que los necesite. Debemos apuntar mejor a que estos colectivos que se quedarían en la parte final de la cola de la reactivación, puedan acceder a estos planteamientos y verse beneficiados.

Las mujeres y la reactivación
Uno de esos colectivos lo constituimos las mujeres. Pero todas no necesitamos el mismo soporte o los mismos incentivos, ni siquiera el mismo discurso. Por ello es primordial comenzar a hablar de las propuestas orientadas a sumar estos distintos grupos de mujeres a los esfuerzos por alcanzar la reactivación económica.
Todos podemos tener preferencias y prioridades distintas. Acá la mía.
Si tuviera que centrar mis acciones en un grupo de mujeres, creo que me enfocaría en sumar al esfuerzo reactivador a las que por la cuarentena y crisis de los sectores en los que trabajaban, como el turismo y los restaurantes, se quedaron sin fuentes de ingresos.
¿Por qué este grupo sería mi prioridad? Porque estas mujeres en su mayoría tienen dos características: acceso a pocos recursos para recuperar sus medios de vida, y porque el impacto de que ellas no puedan generar ingresos las afecta directamente – pobreza, violencia, pérdida de autonomía – pero también lo hace a sus dependientes y a sus comunidades. Si ellas se recuperan, toda esta cadena lo hace a la par y evitamos efectos de largo plazo. ¿Qué necesitan para lograrlo? Muchas cosas, pero sobre todo que alguien las ayude a romper el circuito de pobreza en el que han caído.
Nuevas opciones para nuevas oportunidades
Dentro de este grupo están las mujeres emprendedoras que se han quedado sin capital de trabajo para su pequeño negocio (venta al por menor, preparación de alimentos para vender, comercialización de productos de terceros, etc.). Sin capital inicial, difícil volver a engancharse en el negocio. La ayuda que necesitan para ello seguro es algo sencillo como un microcrédito a mediano plazo y con bajos costos de transacción, pues no tienen recursos para ir varias veces a la entidad financiera, sacar copias certificadas de documentos, etc. No necesitan un regalo, necesitan apoyo.

Otra opción para su reactivación es que consigan algún empleo temporal que les permita estabilizar sus finanzas, recuperar su salud financiera y acumular un pequeño capital para poder buscar un mejor trabajo, o retomar o reinventar algún emprendimiento. Pero claro, no podemos hablar de cualquier trabajo, sino de uno que sea dentro de su barrio, con horarios flexibles que puedan acomodar para seguir cumpliendo con sus incrementadas tareas de cuidado del hogar, de los niños, enfermos o adultos mayores.
Este grupo, que yo priorizaría, es uno de tantos grupos que difícilmente podrán sumarse a la reactivación sin ayuda. No porque no puedan o quieran, sino porque la crisis de estos meses les quitó la opción de hacerlo. Ya gastaron todos sus ahorros, están muy sobre endeudadas y sus obligaciones en casa se incrementaron. Si son jefas de hogar, más difícil aún. Si tienen pareja, han perdido también autonomía, y eso puede haberlas enfrentado con situaciones de violencia. Pero sobre todo, este es el caso de un grupo que solo necesita de un pequeño empujón para retomar su camino y contribuir con su economía, con la de su familia, la de su comunidad y la del país. Con ese primer paso, ellas luego se bandean solas, avanzan.
Más allá del empujón
Idealmente podríamos pensar en algo más grande que en el empujón inicial: planear mecanismos para acompañar a estas mujeres y que logren más, que se inserten en sendas de incrementos de productividad, escala, innovación. Eso vendrá después, siempre y cuando les damos la oportunidad de reinsertarse en su vida económica. De lo contrario, ellas y sus familias perderán años de esfuerzos y después requerirán mucho más apoyo del estado.

Así que por eficiencia, por costo y por justicia, creo que hay que apostar por este grupo de peruanas que se quedaron sin opciones por la pandemia, pero que las tienen a una pequeña ayuda de distancia. Si sumamos con ellas, ellas sumarán con nosotros.
Este es solo un ejemplo que ilustra que para lograr la reactivación no bastará con medidas planas y sin focalización. Programas de crédito o de empleo temporal ya existen, pero el grueso de mujeres se quedará fuera de ellos porque para ellas la oferta general no es suficiente, les queda lejos y no se adapta a sus necesidades.
Para que las mujeres puedan beneficiarse y contribuir con la reactivación, cada iniciativa que se implemente debe ser vista desde la diferenciada situación que enfrentan cada una de ellas y de qué forma podrían tomar ventaja de ella.
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